martes, 26 de junio de 2007

La filosofía de María Zambrano, 2ª Parte


La razón poética

El punto central de la filosofía de María Zambrano es la razón poética. Para María Zambrano toda la historia de la filosofía, que ha configurado la historia de occidente, arrastra tras de sí una condena. La poesía y la filosofía son dos modos diversos de conocer la realidad. Estos dos modos de conocer la realidad entran en conflicto en el pensamiento de Platón, y sale victoriosa la filosofía, resultando así la condena de la poesía. Esta condena carecería de importancia si no se estuviera jugando en ella algo fundamental: la integridad del ser humano. María Zambrano considera que con la condena de la poesía el que ha quedado condenado ha sido el hombre, o al menos algunas dimensiones del hombre. Sólo lo racional ha podido continuar su camino; el sentir, el corazón y las entrañas han sido condenados. La razón racionalista ha creído no necesitar de la carne, y la ha abandonado. Y el resultado ha sido un mundo en el que el hombre continua sin encontrar su verdadero lugar y sin poder realizar su vocación.
Por todo ello, es urgente rescatar lo que ha sido históricamente olvidado, para lo cual habrá que ejercer un nuevo modo de conocimiento de la realidad, diferente al de la razón que ha dejado fuera de sí al corazón. Ese nuevo modo de conocimiento es la razón poética. Filosofía y poesía no tienen porque caminar separadas; es más, si el hombre quiere vivir plenamente, debe aprender a armonizar ambas. La razón poética es la conjunción de filosofía y poesía, y a través de la razón poética pretende María Zambrano iniciar el proceso de salvación de aquello que había sido condenado en el hombre. La filosofía de María Zambrano pretende ser filosofía salvadora.
Podemos caracterizar la razón poética señalando las siguientes características:
  1. Razón abierta: la razón poética está abierta a la realidad y quiere dejar que esta se le revele libremente, sin imponerle los parámetros de la razón racionalista.
  2. Razón metafísica: la razón racionalista es una razón científica que busca una verdad lógica, mientras que la razón poética es metafísica, pues busca una verdad total, global y, sobre todo, vital.
  3. Razón contemplativa: la razón poética no es razón violenta, que fuerce a la realidad y dañe al hombre, sino razón no-violenta y pacífica, razón de la paz.
  4. Razón sentiente: la razón racionalista minusvaloraba el conocimiento sensible. María Zambrano quiere recuperar los sentidos, pues cree que toda inteligencia es inteligencia sentiente.
  5. Razón entrañable: las entrañas son las profundidades del hombre, y al no entrar en el campo de lo racional habían sido excluidas de la vida. La razón poética quiere no sólo tenerlas en cuenta, sino nacer desde ellas.
  6. Razón creadora: la creatividad es una de las notas características de la razón poética; es una razón fecunda que engendra vida.
  7. Razón religada: si la razón racionalista buscaba a Dios entre las ideas (una Idea que fundamentase a las demás ideas), la razón poética, que no se mueve entre ideas sino en la realidad, quiere nacer desde el fundamento de esa realidad y desarrollarse en él. Por eso la razón poética es razón ligada religiosamente (religada) al fundamento de lo real.
  8. Razón cordial: para María Zambrano ese fundamento de lo real es el Amor, Dios que es Amor, por lo que la razón poética es el ejercicio del amor en el ámbito del conocimiento. ¿Cómo se ama conociendo? A través de la razón poética.
  9. Razón fraternal: ese amor del conocer es una expresión más del amor hacia toda la realidad, entre la que destaca el ser humano, por eso la razón poética es razón dialógica y fraternal, camino hacia la comunión en el amor.

viernes, 22 de junio de 2007

La filosofía de María Zambrano, 1ª Parte

El hombre y la realidad

María Zambrano piensa que el hombre no está en contacto directo con la realidad, sino que este contacto está mediado por la inteligencia. La relación entre el hombre y la realidad depende de cómo el hombre comprenda la realidad y se comprenda a sí mismo, por eso en esta relación el hombre se juega la orientación de toda su vida.

Las cosas no tienen inteligencia, no están abiertas a la realidad, por eso no tienen libertad. Sin embargo el hombre es libre. La libertad es la nota característica del ser humano. Esta libertad es posible gracias a la inteligencia, que nos da cierta distancia con respecto a la realidad. Como seres libres tenemos que construir nuestra propia vida, tomar decisiones y opciones e ir recorriendo nuestro camino. Pero para ello nos hace falta luz, luz para entendernos a nosotros mismos y para descubrir qué es la vida y cómo tenemos que vivirla. La luz nos viene regalada, y nos toca a nosotros acogerla en nuestra vida. Y esa es la tarea de la inteligencia: acoger la luz que se nos da de tal manera que podamos ver y conocer quiénes somos y cuál es el sentido de nuestra existencia.

Mas hay muchos modos, y muy distintos entre sí, de ejercer la inteligencia, muchos modos de conocer la realidad y de entender la vida. No todos estos modos son igualmente humanos, es decir, no todos dan cabida a la luz y acogen la verdad. Por eso el empeño de Zambrano será encontrar el modo más humano de acoger a la verdad que se nos regala en el corazón para transformar la vida y la sociedad, construyendo así un mundo más humano en el que podamos ser personas.

jueves, 14 de junio de 2007

La conversión integral

La conversión personal es el requisito imprescindible de toda transformación social. Por muchos cambios sociales revolucionarios que llevemos a cabo, la historia no dejará de ser historia de la opresión y del sacrificio de unos hombres bajo el yugo de otros, hasta que no se dé una real conversión integral en cada persona. Las palabras de Mounier nos orientan y alientan en este sentido:

"No se compromete en una acción quien no compromete en ella al hombre en su totalidad.
No son los tecnócratas los que harán la revolución necesaria (...) Tampoco la harán aquellos que tan sólo llegan a ser sensibles a las formas políticas del desorden (...) No la harán tampoco los que acepten ser clasificados por las fatalidades según vengan (...) Por último, no la harán aquellos que den a su compromiso tan sólo una adhesión de labios o de pensamiento. La revolución no se limita únicamente a remover unas ideas, a restablecer unos conceptos, a equilibrar unas soluciones. Vivimos entre las fatalidades de una decadencia, y abrumados por las propias fatalidades de nuestra vida individual que hemos abandonado a los hábitos de esa decadencia. No tendremos un apoyo lo bastante firme para derribar las fatalidades exteriores sino a condición de comprometer toda nuestra conducta en los caminos que hayamos descubierto. La "revolución espiritual", que coloca a la inteligencia en el comienzo de la acción, no es ya una revolución de "intelectuales": cualquiera que se haya emocionado con ella puede desde ese momento comenzar una realización local en las acciones de su vida cotidiana y apoyar así, en una disciplina personal libremente decidida, una acción colectiva renovada".

Emmanuel Mounier (Manifiesto al servicio del personalismo)