martes, 15 de enero de 2008

El viaje de Vicente Ferrer

«Iba una vez viajando desde Manmad a Bombay. Me paré en el camino para comer en un pequeño “restaurante”. Nos sentamos y pedimos una comida ordinaria, pues tenía el dinero para ello. En esto, un pobre hombre entró y se sentó a mi lado pidiendo para su comida. Pero este hombre solamente tenía unos céntimos y por lo tanto, le dieron una muy pobre e insuficiente comida. Este hecho que sucede tan frecuentemente, aquel día fue como un mazazo para mí. Yo quise leer en ese hecho. Este hecho me estaba hablando y una pregunta vino a mi mente: ¿Cómo es posible que yo pueda tener pan ante mí y este hombre no lo tenga? ¿Cuál es el significado de esto? Yo tengo lo que quiero delante de mí, y este hombre no tiene nada para comer. ¿Por qué yo puedo comer y este hombre no puede?

Continuamos nuestro viaje hacia Bombay. Era un día claro, soleado, bello… El cielo azul y los verdes campos se abrían ante nuestros ojos hasta el horizonte. Me sentía feliz. No sufría y de repente entendí el significado de aquel hecho sucedido en el pequeño restaurante; esa felicidad de la que yo estaba lleno era la presencia de Dios, Dios que es la abundancia, Dios que es la felicidad, la vida misma, todo aquello que es bueno en este mundo. Dios que es la inmortalidad, la amistad, la plenitud, el amor. Esto es Dios.

Pero en aquel hombre no había plenitud, no había felicidad, no había nada, no había pan. Dios estaba ausente en la forma de pan en la mesa del hombre. En cambio, Dios estaba presente en mi mesa en aquella forma de pan. Entonces me dije: ¿qué debo hacer? Podría hablar con aquel hombre acerca de Dios y decirle que se resignara y también le podría decir el valor del sufrimiento. Pero eso no es lo que Dios quiere. Dios quiere estar presente ante aquel hombre en aquella forma en la cual está ausente: entonces comprendí que yo tenía que llevar pan a la mesa de aquel hombre. Continué pensando. Un campo sin agua es un campo sin Dios. Dios está ausente en aquel campo en forma de agua. El agua en aquel campo traería la vida. Por lo tanto, yo tengo que llevar a Dios en aquella forma en la que Él no está allí, en aquella forma en la que Dios quiere estar presente. Es inútil predicar en aquel campesino. Yo le tengo que llevar agua a sus campos»

Vicente Ferrer, El encuentro con la realidad