Construir desde abajo
La sociedad nueva que buscamos no puede llegar nunca como imposición sobre las personas. Lo primero es tomar conciencia de que la situación actual de nuestra sociedad, profundamente injusta, es la situación que entre todos creamos, pues la sociedad es consecuencia de nuestras acciones individuales. Por lo tanto, para transformar la sociedad no basta con cambiar a los que están situados en las esferas de poder, pues no son sólo las acciones de estos las que influeyen en la configuración de la sociedad, sino las de todos los que componemos el cuerpo social.
Por lo tanto el cambio social sólo será posible y firme si es realizado a través del cambio en las personas. Cuando las personas dejemos de utilizar la corrupción para conseguir nuestros fines, nuestra sociedad dejará de ser corrupta; y así con todo lo demás.
El cambio, por tanto, nunca vendrá impuesto desde arriba, es decir: no existe ningún poder exterior a la libertad de los hombres capaz de construir un mundo justo, solidario y fraterno. Ese poder reside en cada persona única y exclusivamente. De ahí que nuestra esperanza con respecto a una sociedad que encarne los valores de la persona sea nuestra esperanza en que cada hombre elija, desde una libertad responsable, realizar esos valores a través de acciones virtuosas. Esta es nuestra esperanza.
La sociedad nueva que buscamos no puede llegar nunca como imposición sobre las personas. Lo primero es tomar conciencia de que la situación actual de nuestra sociedad, profundamente injusta, es la situación que entre todos creamos, pues la sociedad es consecuencia de nuestras acciones individuales. Por lo tanto, para transformar la sociedad no basta con cambiar a los que están situados en las esferas de poder, pues no son sólo las acciones de estos las que influeyen en la configuración de la sociedad, sino las de todos los que componemos el cuerpo social.
Por lo tanto el cambio social sólo será posible y firme si es realizado a través del cambio en las personas. Cuando las personas dejemos de utilizar la corrupción para conseguir nuestros fines, nuestra sociedad dejará de ser corrupta; y así con todo lo demás.
El cambio, por tanto, nunca vendrá impuesto desde arriba, es decir: no existe ningún poder exterior a la libertad de los hombres capaz de construir un mundo justo, solidario y fraterno. Ese poder reside en cada persona única y exclusivamente. De ahí que nuestra esperanza con respecto a una sociedad que encarne los valores de la persona sea nuestra esperanza en que cada hombre elija, desde una libertad responsable, realizar esos valores a través de acciones virtuosas. Esta es nuestra esperanza.