miércoles, 22 de octubre de 2008

El compromiso personal

La revolución comienza a instalarse en cada persona mediante una inquietud. Ese hombre no vive ya en seguridad en un mundo simplista; cesa de confundir sus pensamientos perezosos con el sentido común. Duda de sí, de sus reflejos; su irritación a veces traduce su malestar. Ha comenzado a tomar conciencia.

Modificando la fórmula habitual, diré que la revolución personal comienza por una toma de mala conciencia revolucionaria. Es menos la toma de conciencia de un desorden exterior, científicamente establecido, que la toma de conciencia por el sujeto de su propia participación (hasta entonces inconsciente) en el desorden, incluso en sus actitudes espontáneas, en su comportamiento cotidiano.

Entonces viene la negativa, y tras las negativas, no un sistema de “soluciones”, sino el descubrimiento de un centro de convergencia de las claridades parciales que despiertan una meditación proseguida, de las voluntades parciales que nacen de una voluntad nueva; una conversión continua de toda la persona solidaria, actos, palabras, gestos y principios en la unidad siempre más rica de un único compromiso. Tal acción está orientada al testimonio y no al poder o al éxito individual.

Emmanuel Mounier

Manifiesto al servicio del personalismo

lunes, 4 de agosto de 2008

Sobre los problemas filosóficos

La invitación de Simmias en el Fedón de Platón
"A mí me parece, oh Sócrates, sobre las cuestiones de esta índole tal vez lo mismo que a ti, que un conocimiento exacto de ellas es imposible o sumamente difícil de adquirir en esta vida, pero que el no examinar por todos los medios posibles lo que se dice sobre ellas, o el desistir de hacerlo, antes de haberse cansado de considerarlas b
ajo todos los puntos de vista, es propio de hombre muy cobarde. Porque lo que se debe conseguir con respecto a dichas cuestiones es una de estas cosas: aprender o descubrir por uno mismo qué es lo que hay de ellas, o bien, si esto es imposible, tomar al menos la tradición humana mejor y más difícil de rebatir y, embarcándose en ella, como en una balsa, arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío más firme, como, por ejemplo, una revelación de la divinidad". (Tomado de Platón, Fedón, Ed. Orbis, Barcelona, 1983, p. 190).

viernes, 1 de agosto de 2008

Principios educativos personalistas comunitarios II: el alumno y su tarea

Podemos describir la tarea del alumno en torno a una palabra clave: aprender. ¿Qué es aprender? Como bien se viene diciendo desde hace ya algunos años, aprender no es sólo memorizar, como tampoco es sólo asimilar intelectualmente algunos conocimientos. Pero decir que aprender no es sólo esto no quiere decir que esto no sea importante para aprender. No debemos caer en el extremo de negar el valor de la memoria y la comprensión intelectual dentro de todo proceso de aprendizaje. Ahora bien, ni una cosa ni otra conllevan, por sí solas, el crecimiento de la persona, finalidad de todo proceso de aprendizaje. ¿Qué es, entonces, aprender? ¿Cómo podemos describir la tarea del alumno? ¿Cuál debe ser esta tarea en una escuela renovada desde el personalismo comunitario?

En primer lugar, aprender es buscar la verdad. Desde el principio, muy solemnemente, adiós al relativismo. Buscar la verdad en lo personal, mejorando la propia persona, trabajando la virtud, venciendo al vicio. El alumno es una persona con voluntad de verdad.

Esa búsqueda implica un esfuerzo, de ahí que aprender sea realizar un trabajo, una acción. La educación personalista y comunitaria no busca alumnos pasivos, sino personas capaces de asumir la tarea de crecer, de aprender, de transformar.

En tercer lugar, aprender es descubrir, revelar, encontrar. El hombre está abierto al mundo y a sí mismo desde su persona; llamado a conocer lo desconocido, a penetrar en los secretos de la realidad. Aprender es poner el corazón y la inteligencia frente a las incógnitas del mundo y lanzarse al encuentro de la verdad.

Salir a ese encuentro es inventar, crear. No lo queremos todo hecho. Lo hecho, hecho está. La acción sigue siendo necesaria, no sólo para la transformación del mundo sino también para la realización de la persona.

Aprender es reconocer, y esto en dos sentidos: en primer lugar, reconociendo la verdad en aquello que se entrega, en aquello que el alumno recibe fruto del esfuerzo de otros hombres a lo largo de la historia; en segundo lugar, porque la verdad está dentro de cada cual, y conocer no es sino reconocer esa verdad última que cada persona lleva en sí.

Aprender es, además, crecer en autonomía, es decir, en libertad y responsabilidad. No asumir sin más lo que el profesor enseña, sino ir aprendiendo a pensar desde la voluntad de verdad.

Aprender es, finalmente, saber enseñar: sólo se sabe bien aquello que se puede transmitir y compartir, aquello que se sabe poner al servicio de los demás, para ayudarlos a crecer. Es la dimensión diacónica del aprendizaje.



(Fragmento del artículo "Hacia una escuela personalista comunitaria" de Luis Rosa, publicado en Actas del I Congreso Internacional de Personalismo Comunitario: Democracia, Persona y Participación Social, Ed. Fundación Emmanuel Mounier, Salamanca, 2005, pp. 110-111.)


Principios educativos personalistas comunitarios III: el maestro y su tarea

El profesor es un servidor. Y esta al servicio de los alumnos, no de la asignatura, de los contenidos o de los métodos. Ahora bien, este servicio no es semejante al que un esclavo presta a un tirano: la misión del maestro no es facilitar los caprichos del alumno. Al contrario, el maestro está al servicio del alumno para que este crezca como persona en comunidad.

Antes describíamos la tarea del alumno a partir de una palabra clave: aprender. Ahora nos centraremos en otra palabra clave para describir la tarea del maestro: enseñar. ¿Qué es enseñar?

Enseñar es servir. Servir, como decimos, a los alumnos para que conozcan y realicen su verdad; trabajar por ellos y con ellos; acercarse a ellos para conocer sus necesidades, sus problemas, sus deseos, sus anhelos, su mentalidad; compartiendo tiempo con ellos, arrimando el hombro cuando lo que haya que levantar pese demasiado, tendiendo la mano para aupar, dando una palabra con sentido en el momento preciso.

Enseñar es dar, ofrecer, entregar. Lo que el profesor entrega es algo que tiene valor. Lo entrega porque ama a sus alumnos, porque desea que estos vivan en plenitud; lo entrega porque ama lo que entrega, porque sabe que sólo se posee lo que se regala.

Además, enseñar es devolver con agradecimiento. Devolver lo recibido en la vida, esas cosas buenas que otros nos han dado a conocer con anterioridad; es continuar con esa tarea de entrega que otros hombres han llevado a cabo a lo largo de la historia. Lo que el profesor entrega a los alumnos es fruto del trabajo no sólo suyo, sino de muchos hombres que se empeñaron en construir un mundo mejor.

Enseñar es mostrar, traer a la luz, desvelar, revelar, acercar al alumno a la verdad para que este pueda contemplarla y caminar en ella; señalar y denunciar las mentiras que llegan a los alumnos a través de los medios; romper los prejuicios equivocados, enseñarles a pensar críticamente, a leer, a expresarse. Enseñar es decir la verdad y desenmascarar las mentiras.

Enseñar es proponer, posibilitar. El maestro no debe imponer, sino proponer. La diferencia es radical: cuando el trabajo viene impuesto es mucho más difícil que aparezca la motivación. Además, proponer es una forma de educar en la responsabilidad: la realización de lo propuesto, una vez es dialogado y se llega a un acuerdo asumido por todos, es responsabilidad de alumnos y profesor.

Enseñar es animar, pedir, exigir. La tarea del maestro no se limita a proponer. También es necesario animar, incitar al trabajo, al estudio, a la investigación; despertar la curiosidad, captar el interés, llamar la atención de los alumnos. En este sentido son muy importantes la actitud y las palabras del profesor. El profesor se tiene que mostrar activo, interesado, con ganas de trabajar; esta actitud ha de ser contagiosa y debe verse reflejada en las palabras. Palabras de ánimo hacia los alumnos. Esta animación que lleva a cabo el maestro es a la vez petición (de respuesta) y exigencia. Pero el profesor sólo puede esperar la respuesta tras haber entregado su vida en forma de palabra; la exigencia será la otra cara de la entrega gratuita de su vida. Quien entrega su vida desinteresadamente genera en el otro, por lo menos, una pregunta.

Enseñar es orientar, acompañar, facilitar. El maestro debe conocer a sus alumnos, acercarse a sus vidas, llamar a la puerta de su interioridad. Debe estar ahí, siempre. Y los alumnos deben saber que él está ahí cuando se le requiere. Su labor de acompañamiento y orientación consiste en ayudar al alumno a leer sus deseos profundos, colaborando con él en su realización.

Enseñar es esperar pacientemente. Todo proceso educativo realmente eficaz requiere tiempo. Más aún la educación personalista y comunitaria, que dura toda la vida. El profesor es la persona que sabe mirar y descubrir aquello que cada alumno está llamado a ser. Sabe orientarlo hacia ello y acompañarlo con paciencia. Sabe esperar trabajando –pues esperar es trascender, estar partiendo siempre en busca de algo–, esperar con las manos en la masa, amasando amorosamente. Sabe no ceder a las dificultades que siempre aparecen; sabe superarlas perseverando.

Enseñar es hacer reír: maestros, que nunca falte el buen humor. El humor sano que ayuda a trabajar cuando el trabajo se hace duro, que ayuda a relativizar las carencias cuando estas parecen insalvables, que ayuda a acercar los corazones de los alumnos y del profesor. Una sonrisa en la cara del profesor puede captar la atención de los alumnos mejor que muchas actividades preparadas para dicho cometido; además, la sonrisa en el rostro del otro despierta algo de esperanza y de alegría en los corazones apocopados o endurecidos. La risa hace comunidad cuando es sincera.

Enseñar es realizar aquello en lo que se cree: el maestro es ejemplo vivo de lo que en su palabra aparece, a pesar de sus debilidades y en sus debilidades mismas. No podemos pedir esfuerzo y eficacia y llevar las clases poco preparadas o tardar semanas en corregir y revisar los trabajos de nuestros alumnos.

Enseñar es estar siempre aprendiendo. El maestro no deja nunca de aprender, de buscar, de ser alumno y discípulo. Por eso al maestro no le resulta difícil ponerse en el lugar del alumno: él nunca ha dejado de ser alumno porque ha descubierto que la vida es un continuo dar y recibir, recibir y dar; que su vida empezó gracias a la ofrenda de otras personas, y que esta ofrenda posibilita ahora su ofrenda. El maestro ha descubierto la dinámica agápica de la vida.


(Fragmento del artículo "Hacia una escuela personalista comunitaria" de Luis Rosa, publicado en Actas del I Congreso Internacional de Personalismo Comunitario: Democracia, Persona y Participación Social, Ed. Fundación Emmanuel Mounier, Salamanca, 2005, pp. 110-111.)


martes, 1 de julio de 2008

Miniquest - Hegel

La figura de Wilhelm Friedrich Hegel

Escenario
Para completar con éxito esta miniquest sobre la figura de Hegel tenéis que formar grupos de 4 personas y, siguiendo las indicaciones que se dan a continuación, elaborar el producto que más tarde pondremos en común en clase. Todos vosotros debéis participar por igual en este trabajo. Para facilitar esto, dos de vosotros se centrarán en realizar las subtareas que conforman la primera tarea, y los otros dos realizarán las subtareas que conforman la segunda tarea, tal y como ahora se indica. La tercera tarea la llevaréis a cabo todos juntos.

Tarea
Tarea 1: Investigamos la vida de Hegel.
- Subtarea 1: Visita las siguientes páginas, elige la que más te interese y extrae de ellas lo más importante sobre la vida de Hegel:
o http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/personajes/6542.htm
o http://www.geocities.com/alcaide_econoh/wilhem_friedich_hegel.htm
o http://www.luventicus.org/articulos/02A036/hegel.html
- Subtarea 2: Elabora un breve resumen en Microsoft Word con la información recogida.

Tarea 2: Investigamos el pensamiento de Hegel.
- Subtarea 1: Visita las siguientes páginas, elige la que te parezca más accesible y extrae de ellas lo más importante sobre el pensamiento de Hegel:
o http://www.frasedehoy.com/call.php?file=autor_mostrar&autor_id=298
o http://es.wikipedia.org/wiki/Georg_Wilhelm_Friedrich_Hegel
o http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/aproximacionahegel.html
o http://www.geocities.com/hectorabrahan/escritores/webs/FILOSOFIADEHEGEL.htm
- Subtarea 2: Elabora un breve resumen en Microsoft Word con la información recogida.

Tarea 3: Elaboramos una presentación en Power Point (o programa similar) para presentar después nuestro trabajo en clase.

Producto
El producto es el resultado de la tercera tarea, la presentación a la clase en Power Point de la vida y el pensamiento de Hegel.

lunes, 2 de junio de 2008

Paulo Freire: la pedagogía del oprimido

Algunos pensamientos de Paulo Freire:

- “Decir la palabra verdadera es transformar el mundo”.

- “Decir que los hombres y las mujeres son personas, y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa”.

- “La neutralidad no es posible en el arte educativo, y en el acto educativo. Mi punto de vista –yo diría mi opción- es, el de los excluidos, el de los condenados de la tierra”.

-“La actitud es escuchar, que está más allá de oír. Muchas veces oímos muchas cosas, pero tenemos que tratar de escuchar lo que el otro está queriéndonos decir, esto es, una actitud fundamental”.

Puedes encontrar mucho más en
www.paulofreire.org.pe

domingo, 11 de mayo de 2008

Principios educativos personalistas comunitarios I: la persona en el centro

1) El centro de la actividad educativa es la persona, y la finalidad de la educación es la finalidad de la persona, que no es otra cosa que la plenitud de su realidad.
2) Esta plenitud se da sólo en la realización de la vocación, en un proceso continuo de crecimiento y superación, en relación directa con la aprehensión de los valores.
3) E, igualmente, esta plenitud sólo puede ser pensada como desarrollo integral de la totalidad personal dando respuesta coherente a la llamada de la realidad en su tiempo.
4) Además, la educación es una actividad relacional de continua invitación por parte de quien educa y de continua respuesta ante la propuesta recibida por parte de quien es educado: un juego de libertad.
5) La educación es una acción personal y personalizante, pues es llevada a cabo por personas con la finalidad de desarrollar potencialidades personales.
6) La educación es una acción comunitaria, pues nadie se educa solo. Además, educar es trabajar por el bien de la comunidad, que no es otro que la estructuración de la sociedad para posibilitar la vida personal. Por eso toda verdadera educación transforma el mundo haciéndolo más humano.

lunes, 14 de abril de 2008

Maximilaino Kolbe

He aquí una breve reconstrucción de la muerte de Maximiliano Kolbe en un campo de concentración Nazi. El sacerdote polaco dio su vida por la de un padre de familia al que iban a asesinar.

jueves, 10 de abril de 2008

El navegante

Habló un buen marinero
de eso que llamamos mar:
¿será ajeno?
¿será hogar?
¿será camino por andar?
Dios me preguntó primero.

Él, desde el embarcadero,
del que heme de alejar,
una respuesta sincera,
sencilla, nos dará:
la clave está en el Cordero.

¿Pedir?
Pedir ya no puedo,
pues poder no puedo más.
El nazareno, sereno,
con su humana humanidad

quiso desbordarlo todo:
¡nos tornó divinidad!

Poder, repito, no puedo,
caminar sobre la mar,
salir del embarcadero,
andar en la inmensidad.
¡Soy hombre!,
¿por qué no decirlo?
Soy debilidad.

Pero Él,
mi fiel compañero,
todo me lo quiso dar;
manos, corazón, r
ecuerdos,
que me impiden naufragar.


El sol ya se pondrá, y la noche,
con su oscuridad sombría
tratará de arrancarme de Ti,
fuerza que siempre me guía...
Pero el sol volvió a salir
de forma definitiva,
fulminando al fin así
lo que fin me parecía.


El secreto de este viaje,
uno sólo: el amar,
navegar sobre la mar
dejando todo equipaje,
para que al regresar
a nuestro destino primero,
podamos desembarcar
agradecidos por el mar,
por ser marineros,
por el barco y el embarcadero,
y, sobre todo,
por el Amor Verdadero.

Luis Rosa Invernón

viernes, 28 de marzo de 2008

El otro nos llama a la acción

La presencia del hombre da al mundo una coloración especial, y por eso el mundo -como hogar del hombre- «reclama nuestra intervención, la acción por los otros que padecen. Hay multitud de causas que piden a gritos nuestra ayuda. Es indispensable que, en la medida en que nos sea posible, nos impliquemos en la historia» (Vicente Ferrer, El encuentro con la realidad, Ed. Planeta, Barcelona, 2003, p. 107; en adelante ED). La presencia del otro en su padecer es para el hombre una invitación a la acción, a la implicación en la historia, al compromiso:
«En la práctica, vemos como las injusticias, los acontecimientos malos en general, provocan en nosotros sufrimiento, físico o espiritual. El alma llora. Una espada nos atraviesa. El corazón duele. También el sufrimiento de los demás nos afecta en lo más profundo, pues tiene una conexión íntima con cada uno de nosotros. Resuena en nuestro Ser, hiriéndolo tanto o más que nuestro propio sufrimiento.
Con cada ser que sufre nace una nueva responsabilidad para curar y remediar. Pueden ser los gritos de niños o las catástrofes naturales, pero todo sufrimiento nos llama a la compasión, a la acción por los demás y a los actos heroicos.
En la vida práctica, el dolor y el sufrimiento no están para ser entendidos, sino para ser resueltos» (ED, p. 210).
Los pobres son los otros que más padecen. Hay muchas formas de pobreza, y todas ellas tienen algo en común: son para el hombre una manera de vivir sin la presencia de Dios en la forma en la que se lo necesita. Al pobre que no tiene que comer le falta Dios en forma de comida, como pan, y quizá también le falte como amistad o como alegría. Pobre es aquel que necesita, y en última instancia toda necesidad es necesidad de Dios, por eso la presencia del pobre es llamada, invitación a cubrir esa necesidad mediante la acción espiritual: «El mundo de los pobres nos reclama que AHORA, no en miles de años, hagamos realidad su triunfo, su incorporación a la sociedad como verdaderos ciudadanos partícipes de la dignidad, la igualdad, el bienestar y la fraternidad que cada día se les niega» (ED, p. 230).
Y es que en el fondo «somos todos uno, y por lo tanto responsables los unos de los otros» (ED, p. 253).

viernes, 8 de febrero de 2008

Verdad, tiempo y persona

El hombre tiene que dejarse penetrar por la verdad en el tiempo para realizarse como persona. El tiempo es el medio en el que la vida del hombre se desarrolla, y es por tanto en el tiempo donde se juega su realización. Lo decisivo para el hombre será, consecuentemente, saber estar en el tiempo del modo más humano. La fuerza de la verdad como revelación hace que la luz pueda alumbrar lo sombrío de la vida, lo condenado, lo apartado, para que pueda ser salvado, sanado e integrado. Sólo la verdad nos da esta plenitud humana. Nuestro sentir originario es el sentir de esta necesidad de plenitud, por eso nuestra menesterosidad nunca se apaga y siempre nos impulsa a seguir hacia delante en el tiempo, haciendo historia, en un impulso trascendente, con ímpetu ascensional. El sentir de esta necesidad de trascender es el anhelo de verdad. Y la verdad se nos da en el tiempo, y cuando aparece la vida cambia, pues la verdad transforma la vida dándole sentido y densidad. Mas la verdad no se impone al hombre, sino que se le ofrece. Acogerla o no es la respuesta que el hombre da en el tiempo, de ahí que el tiempo sea para la persona camino de libertad, pues el tiempo puede ser transitado de muchas maneras. Por eso es necesario hallar la manera más humana de hacerlo, aquella que acoja la verdad y revele las entrañas para que ambas, verdad y entrañas, coincidan y comulguen hallando la salvación que el hombre anhela: sentirse plenamente amado por un amor pleno en la plenitud de su realidad.

miércoles, 6 de febrero de 2008

¿De quién es la tecnología?

El movimiento obrero y la cultura popular siempre han tenido claro que cualquier tipo de propiedad humana está vinculada al trabajo de las personas. Para el pueblo el único camino para acceder a la propiedad es el trabajo y no el capital. Así lo entendieron los sindicalistas del campo al establecer el grito revolucionario de «¡La tierra para el que la trabaja¡». El mismo sentido tenía el principio revolucionario de los sindicalistas industriales al plantearse como meta irrenunciable la posesión de los medios de producción por parte de los trabajadores, en forma de propiedad colectiva como punto de partida para la transformación social. Aquellos trabajadores tenían como causa más importante de los males del sistema social que padecían la propiedad privada no ya del capital, sino principalmente de los medios de producción industrial.

Alfonso Gago
Tomado de www.mounier.org (Documentos)

Para leer el artículo completo pincha aquí.

sábado, 19 de enero de 2008

El pensamiento perdido

Toda nuestra vida espiritual se desarrolla en el seno, en el ámbito y bajo la égida de las organizaciones. Desde su primera juventud, el hombre moderno se ve perseguido constantemente por la idea de la disciplina que se le quiere imponer, hasta que llega el momento en que pierde su condición individual y sólo puede imaginarse como formando parte de una colectividad. Un intercambio, una mise-au-point de ideas entre persona y persona, como la constituyó la mayor grandeza del siglo dieciocho, hoy ya no podría tener lugar. En aquellos tiempos no se sentía el respeto que hoy se siente por la opinión de la colectividad. Todas las ideas tenían que surgir del sentido común, de la inteligencia individual, y justificarse ante ella. Hoy, el respeto constante hacia las ideas generales y conceptos básicos que rigen en el seno de las colectividades organizadas, se ha convertido en una regla que no se discute. Tanto para sí como para los demás, el individuo pone en primer plano, porque cree en ellas con la fe más irreductible, todas aquellas ideas u opiniones que considera propias de su nacionalidad, de su confesión religiosa, de su partido político, de su clase social y de más grupos a los que de algún modo pertenece. Valen para él como si fueran un tabú, y se encuentran no solamente fuera de toda posible crítica, sino también excluidas como tema de conversación. Esta actitud, mediante la cual renunciamos nosotros mismos a nuestra condición de seres pensantes, suele llamarse, eufemísticamente, respeto a las propias convicciones, como si pudieran existir verdaderas convicciones donde no existe el pensamiento.

Fragmento de El pensamiento perdido

Albert Schweitzer

martes, 15 de enero de 2008

El viaje de Vicente Ferrer

«Iba una vez viajando desde Manmad a Bombay. Me paré en el camino para comer en un pequeño “restaurante”. Nos sentamos y pedimos una comida ordinaria, pues tenía el dinero para ello. En esto, un pobre hombre entró y se sentó a mi lado pidiendo para su comida. Pero este hombre solamente tenía unos céntimos y por lo tanto, le dieron una muy pobre e insuficiente comida. Este hecho que sucede tan frecuentemente, aquel día fue como un mazazo para mí. Yo quise leer en ese hecho. Este hecho me estaba hablando y una pregunta vino a mi mente: ¿Cómo es posible que yo pueda tener pan ante mí y este hombre no lo tenga? ¿Cuál es el significado de esto? Yo tengo lo que quiero delante de mí, y este hombre no tiene nada para comer. ¿Por qué yo puedo comer y este hombre no puede?

Continuamos nuestro viaje hacia Bombay. Era un día claro, soleado, bello… El cielo azul y los verdes campos se abrían ante nuestros ojos hasta el horizonte. Me sentía feliz. No sufría y de repente entendí el significado de aquel hecho sucedido en el pequeño restaurante; esa felicidad de la que yo estaba lleno era la presencia de Dios, Dios que es la abundancia, Dios que es la felicidad, la vida misma, todo aquello que es bueno en este mundo. Dios que es la inmortalidad, la amistad, la plenitud, el amor. Esto es Dios.

Pero en aquel hombre no había plenitud, no había felicidad, no había nada, no había pan. Dios estaba ausente en la forma de pan en la mesa del hombre. En cambio, Dios estaba presente en mi mesa en aquella forma de pan. Entonces me dije: ¿qué debo hacer? Podría hablar con aquel hombre acerca de Dios y decirle que se resignara y también le podría decir el valor del sufrimiento. Pero eso no es lo que Dios quiere. Dios quiere estar presente ante aquel hombre en aquella forma en la cual está ausente: entonces comprendí que yo tenía que llevar pan a la mesa de aquel hombre. Continué pensando. Un campo sin agua es un campo sin Dios. Dios está ausente en aquel campo en forma de agua. El agua en aquel campo traería la vida. Por lo tanto, yo tengo que llevar a Dios en aquella forma en la que Él no está allí, en aquella forma en la que Dios quiere estar presente. Es inútil predicar en aquel campesino. Yo le tengo que llevar agua a sus campos»

Vicente Ferrer, El encuentro con la realidad