viernes, 22 de junio de 2007

La filosofía de María Zambrano, 1ª Parte

El hombre y la realidad

María Zambrano piensa que el hombre no está en contacto directo con la realidad, sino que este contacto está mediado por la inteligencia. La relación entre el hombre y la realidad depende de cómo el hombre comprenda la realidad y se comprenda a sí mismo, por eso en esta relación el hombre se juega la orientación de toda su vida.

Las cosas no tienen inteligencia, no están abiertas a la realidad, por eso no tienen libertad. Sin embargo el hombre es libre. La libertad es la nota característica del ser humano. Esta libertad es posible gracias a la inteligencia, que nos da cierta distancia con respecto a la realidad. Como seres libres tenemos que construir nuestra propia vida, tomar decisiones y opciones e ir recorriendo nuestro camino. Pero para ello nos hace falta luz, luz para entendernos a nosotros mismos y para descubrir qué es la vida y cómo tenemos que vivirla. La luz nos viene regalada, y nos toca a nosotros acogerla en nuestra vida. Y esa es la tarea de la inteligencia: acoger la luz que se nos da de tal manera que podamos ver y conocer quiénes somos y cuál es el sentido de nuestra existencia.

Mas hay muchos modos, y muy distintos entre sí, de ejercer la inteligencia, muchos modos de conocer la realidad y de entender la vida. No todos estos modos son igualmente humanos, es decir, no todos dan cabida a la luz y acogen la verdad. Por eso el empeño de Zambrano será encontrar el modo más humano de acoger a la verdad que se nos regala en el corazón para transformar la vida y la sociedad, construyendo así un mundo más humano en el que podamos ser personas.

jueves, 14 de junio de 2007

La conversión integral

La conversión personal es el requisito imprescindible de toda transformación social. Por muchos cambios sociales revolucionarios que llevemos a cabo, la historia no dejará de ser historia de la opresión y del sacrificio de unos hombres bajo el yugo de otros, hasta que no se dé una real conversión integral en cada persona. Las palabras de Mounier nos orientan y alientan en este sentido:

"No se compromete en una acción quien no compromete en ella al hombre en su totalidad.
No son los tecnócratas los que harán la revolución necesaria (...) Tampoco la harán aquellos que tan sólo llegan a ser sensibles a las formas políticas del desorden (...) No la harán tampoco los que acepten ser clasificados por las fatalidades según vengan (...) Por último, no la harán aquellos que den a su compromiso tan sólo una adhesión de labios o de pensamiento. La revolución no se limita únicamente a remover unas ideas, a restablecer unos conceptos, a equilibrar unas soluciones. Vivimos entre las fatalidades de una decadencia, y abrumados por las propias fatalidades de nuestra vida individual que hemos abandonado a los hábitos de esa decadencia. No tendremos un apoyo lo bastante firme para derribar las fatalidades exteriores sino a condición de comprometer toda nuestra conducta en los caminos que hayamos descubierto. La "revolución espiritual", que coloca a la inteligencia en el comienzo de la acción, no es ya una revolución de "intelectuales": cualquiera que se haya emocionado con ella puede desde ese momento comenzar una realización local en las acciones de su vida cotidiana y apoyar así, en una disciplina personal libremente decidida, una acción colectiva renovada".

Emmanuel Mounier (Manifiesto al servicio del personalismo)