viernes, 18 de mayo de 2007

Máscara o Rostro


Generalmente vivimos representando papeles, actuando como si fuéramos actores y nuestra vida fuera una película. Es la vida bajo la máscara. Esta nos sirve para vivir escondidos, sin mostrar lo que realmente somos, nuestra persona. Cuando llevamos la máscara nos dejamos llevar por el papel que debe representar el personaje que en ese momento dictamine la máscara. La vida desde la máscara es vida desde el exterior, pues vivimos de acuerdo a lo que creemos que los demás esperan de nosotros, dejándonos llevar también por las tendencias sociales imperantes. Así, cuando nos cubrimos el rostro con la máscara, nuestra vida (que no es nuestra sino de nuestro personaje) cae bajo lo que impera, y lo que impera es hoy el capitalismo, el esteticismo, el relativismo, el individualismo, la vida fraccionada, el pan y circo (ganamos el pan para poder ir al circo), el hedo-consumismo... Y vivimos para el dinero, para la buena imagen y para el placer egoísta a través del consumo, sin preocuparnos lo más mínimo por la verdad y por el otro.
Para nadar contra la corriente social imperante que ha traído consigo un mundo plagado de injusticias es necesario deshacerse de la máscara y vivir desde el rostro, mostrando nuestra identidad profunda, nuestra verdad, para poner en marcha un nuevo modo de vida. La vida personal surge cuando somos capaces de librarnos de la máscara, cuando ya no tenemos la necesidad de vivir según lo impuesto, porque las amenazas que esas imposiciones traen consigo no nos dan miedo. La persona necesita liberarse de los miedos para irrumpir en la historia y transformar el mundo:
  • Transformando el capitalismo en personalismo, lo que supone poner a la persona en el centro de la vida, desplazando así al dinero, que quedaría subordinado al valor primario y radical que es la persona.
  • Transformando la estética en ética, es decir, desprendiéndonos de las preocupaciones por la buena imagen (las apariencias) y recuperando la preocupación (responsabilidad) por la buena acción y el bien común.
  • Transformar el individualismo en solidaridad para construir comunidad de personas donde hay agregado de individuos, para que las relaciones no sean competitivas sino de colaboración, para que la sociedad no sea una patria de violencia sino un hogar de realización y paz.
  • Transformando el hedo-consumismo en alegría por la justicia. La búsqueda del placer a través del consumo nunca llena plenamente a la persona, que sólo se siente colmada cuando su alegría es compartida porque hay justicia, porque el valor de la persona es tratado como se merece.
Esa vida transformada es vida desde el rostro desnudo que expresa nuestra identidad profunda de forma transparente. Desde esa transparencia toda relación es más profunda y sincera, más plenificante y creadora de comunión. Es tarea de cada uno abandonar la máscara que nos esclaviza (el personaje oprime a la persona) para vivir libremente desde lo que realmente somos.